Una familia de profesores universitarios salió de Venezuela por falta de trabajo y en Montería se labran un futuro.
Nataliya Barbera, doctora en gestión del desarrollo regional, fue la primera de su familia en salir de su amada Venezuela.
“Fui docente en Venezuela durante 28 años en la institución educativa Alonso Gamero, alcancé el máximo escalafón y me jubilé, vivíamos cómodamente”, dice.
Su primera casa en Colombia fue una habitación pequeña en el sur de la ciudad, la tristeza de dejar a su familia atrás era más fuerte que el racionamiento lógico que hacía para brindarles un futuro mejor. Asegura que nunca pensó en que iba a tener que dejar su tierra para explorar otros mundos.
“Llegué el 28 marzo de 2018, recuerdo y tengo vivo el momento cuando me vine desde Coro y ver por el retrovisor dejar a mi familia», aseguró la académica venezolana.
Luego de unos meses y de vender a precios irrisorios sus enseres, llegó a Colombia su esposo, Alexis Ramírez, en compañía de sus tres hijos a empezar una nueva vida en tierras lejanas.
“Yo estoy muy agradecida con el pueblo colombiano que me ha dado la oportunidad de encontrarme con gente tan maravillosa”, expresa Nataliya .
Su esposo es docente pensionado y su hija médica especializada en medicina interna.
“Cada día se fue cerrando más el círculo y había que tomar la decisión de salir porque ya era inaguantable (…) La universidad creyó en mí para ofrecerme un trabajo, me ofrecieron un trabajo de docente investigador a término fijo por doce meses renovables”, dijo Alexis.
Ellos también encontraron oportunidades laborales en la academia, mientras sus otros dos hijos empezaron su emprendimiento y hoy venden paletas en la calurosa Montería.
Y así, entre libros, computadores, clases virtuales y una que otra paleta para refrescar el día en la capital cordobesa, la familia Ramírez Barbera se convierte en profetas lejos de su tierra.
Las autoridades en Montería calculan que 17.000 venezolanos se encuentran regularmente, 50% en trabajos formales y %0% en informales.