Por César Asprilla – Periodista educativo
En un país donde millones de niños y niñas consumen música a diario en sus celulares, buses, fiestas escolares o redes sociales, el Congreso de la República estudia un proyecto de ley que plantea una discusión impostergable: ¿puede la música fomentar violencia, consumo de drogas o explotación sexual? ¿Debe el Estado intervenir cuando estos mensajes llegan a menores de edad?
El Proyecto de Ley No. 316 de 2024, conocido como la Ley de Letras Decentes, liderado por las senadoras Sonia Bernal, Karina Espinosa y con ponencia de Esperanza Andrade, no busca censurar, sino establecer límites responsables a la difusión de contenidos musicales que vulneran la dignidad de la infancia y la mujer.
Como docente, he presenciado cómo ciertas canciones influyen directamente en el comportamiento escolar. Cuando suenan letras con mensajes positivos, los estudiantes muestran alegría y respeto. Pero cuando lo que se escucha promueve violencia sexual, adicciones o cosificación, los efectos se reflejan en su lenguaje, su conducta y su autoestima.
El volante publicado por la Comisión Séptima del Senado muestra frases reales que se difunden sin filtros en plataformas como YouTube, TikTok o Spotify:
- “Te doy un fuetazo y después te lo meto” – Safáera (Bad Bunny)
- “Ella es adicta al perreo y a la cocaína” – Perreo Intenso (Yomo)
- “Tiene 16, pero lo mueve como experta” – La Culpable (Bryant Myers)
Este tipo de letras están presentes en la cotidianidad de nuestros niños: en sus celulares, en el transporte al colegio, en reuniones familiares o fiestas escolares, y hasta en las emisoras y parlantes callejeros.
Quiero dejar claro que NO se trata de censurar. Según el proyecto se propone es establecer límites claros a la difusión de letras que fomentan la violencia, el consumo de drogas o la explotación sexual —incluso infantil—. Es un esfuerzo por proteger el derecho de nuestros niños a crecer en un entorno cultural sano, lo cual aplaudo.
Entre las medidas propuestas se incluyen:
- Clasificación del contenido musical según su lenguaje.
- Etiquetas de advertencia en medios y plataformas.
- Corresponsabilidad de emisoras, artistas, plataformas y patrocinadores.
- Campañas educativas dirigidas a padres, docentes y cuidadores.
Como docente, apoyo toda iniciativa que contribuya a la formación de ciudadanos más conscientes, críticos y éticamente responsables. No se trata de prohibir el reguetón, el trap o cualquier otro género musical, sino de exigir contenido responsable cuando hay niños involucrados. Porque lo que se repite se normaliza. Y lo que se normaliza se convierte en cultura.
La senadora Bernal lo resume así:
“No queremos censurar. Queremos que la música eduque en valores, no que dañe la mente de nuestros niños.”
La libertad de expresión no puede ser excusa para permitir mensajes que intoxican la niñez con narrativas que exaltan el crimen, la misoginia y el abuso.
Creo firmemente que una canción puede marcar el rumbo de un niño.
Y que la música también educa. Por eso, hoy más que nunca, el Congreso tiene el poder de actuar.
Como educador invito a Votar a favor del Proyecto de Ley Letras Decentes.
Porque si no lo hacemos ahora, ¿cuándo?
Y si no pensamos en los niños, ¿en quién estamos pensando?