Por: César Asprilla
En cada alimento servido a nuestros estudiantes a través del Programa de Alimentación Escolar (PAE) se refleja una apuesta del Estado por el bienestar, la permanencia y el rendimiento escolar de los niños, niñas y adolescentes de Colombia. Este programa, más allá de ser una política pública, es un acto de dignidad y de justicia social. Pero su éxito o fracaso también depende de nosotros: los educadores.
El docente que se lleva alimentos del PAE no solo comete un acto de deshonestidad, sino que arrebata a sus propios estudiantes la posibilidad de tener energía para aprender, para jugar, para crecer. La escuela no puede ser un espacio donde se normalicen conductas egoístas y abusivas. El educador debe ser ejemplo de transparencia, actuar con amor y compromiso por los niños que cada día confían en su palabra y en sus actos.
No hay justificación alguna para que un maestro por muy buena que parezca su excusa, se apropie de los alimentos destinados a los estudiantes. Su rol es guiar, acompañar, observar, pero no lucrarse ni beneficiarse del recurso que no le pertenece. En cada merienda que se pierde hay un niño que tal vez no podrá concentrarse, un adolescente que enfrentará la jornada con hambre o un pequeño que dependerá de esa única ración diaria.
Directivos docentes: guardianes del bienestar escolar
La responsabilidad no solo recae en el docente de aula. También es deber de los rectores y coordinadores ejercer una supervisión rigurosa, objetiva y comprometida del desarrollo del PAE. No se puede mirar hacia otro lado cuando se sabe que algo está fallando. No se puede callar por amistad o por miedo al conflicto. El silencio cómplice también priva a los estudiantes de su derecho a la alimentación escolar.
Un rector que realmente se interesa por sus estudiantes se asegura de que los alimentos lleguen, se almacenen bien, se preparen con higiene y se entreguen de forma justa. Debe formar parte activa del comité de alimentación, escuchar a los padres de familia, atender las denuncias y prevenir cualquier desviación del objetivo del programa. Ser líder no es solo gestionar, es también proteger.
Alcaldías y secretarías de educación: compromiso que no se delega
Así como la escuela tiene una función operativa y pedagógica, las administraciones municipales a través de las alcaldías y las secretarías de educación tienen una responsabilidad legal, ética y administrativa en el adecuado funcionamiento del PAE.
No basta con contratar operadores. Se requiere seguimiento, auditoría, transparencia y voluntad política. Es lamentable cuando se nota desinterés, retrasos en la entrega o silencios cómplices ante las irregularidades. La alimentación escolar no puede verse como una carga administrativa más, ni como una oportunidad para favorecer contratistas.
Los alcaldes y secretarios de educación deben entender que el PAE no es un trámite, sino una inversión directa en la infancia de sus territorios. Lo que se juega con cada plato servido no es solo la nutrición del día, sino el futuro de una generación.
El PAE no es un favor, es un derecho
Este programa no es un lujo ni una dádiva, es un componente fundamental del derecho a la educación. Muchos de nuestros estudiantes llegan a la escuela sin haber desayunado o con una alimentación deficiente en sus hogares. Para ellos, esa comida puede ser lo único seguro que reciben en el día.
Cuidar el PAE es cuidar la vida de nuestros niños. Es entender que el aprendizaje entra mejor en un estómago lleno. Es aceptar que no hay proyecto educativo exitoso sin condiciones mínimas de bienestar. Si no protegemos el programa, estamos fallando como educadores y como sociedad.
El verdadero amor por los estudiantes se expresa en pequeñas acciones diarias: en la forma en que enseñamos, en la manera como los tratamos, y sí, también en cómo cuidamos lo que el Estado entrega para ellos. Ser educador implica ser ético, coherente y protector.
Invito a todos los docentes, directivos, funcionarios públicos y servidores municipales a reflexionar, a asumir con honestidad esta misión y a no permitir que la indiferencia o la avivada le ganen a la vocación.
Los niños lo merecen. Colombia lo necesita.