Por: César Asprilla «El Maestro»
Desde la implementación del nuevo modelo de salud para el magisterio colombiano, los problemas han sido evidentes. Si bien el antiguo contrato era ampliamente criticado por ser ineficiente y, en muchos casos perjudicial, el modelo actual parece estar igual o peor que su predecesor.
Los docentes, quienes dedican sus vidas a educar a niños y jóvenes, sacrificando tiempo de sus familias , para garantizar el futuro del país (son padres y madres), que merecen un sistema de salud digno y eficiente. Sin embargo, la realidad actual dista mucho de ser justa.
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A pesar de que mensualmente se realiza un descuento considerable y puntual a los salarios de los maestros para financiar este servicio, acceder a él sigue siendo una odisea. Es inaceptable que los docentes deban recurrir a intermediarios, como líderes sindicales, para obtener la atención que ya han pagado. Este tipo de prácticas, además de ser indignas, evidencia un sistema que no respeta a quienes lo sostienen.
La situación es aún más grave en regiones con baja conectividad, como Vichada, Amazonas o zonas rurales de Antioquia, donde la comunicación por correo electrónico resulta inviable. ¿Cómo puede depender el acceso a la salud de un medio que ni siquiera está disponible en muchas áreas del país?
Además, el trato hacia los maestros deja mucho que desear. Funcionarios groseros y poco éticos agravan la situación. Casos como el de una funcionaria que me atendió con desprecio y poca competencia en noviembre son un reflejo del mal servicio y la falta de sensibilidad hacia los educadores.
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Tanto el gobierno, el Ministerio de Educación como el sindicato conocen perfectamente la raíz del problema. Saben dónde está el mal, pero, al tratarse de un fortín político, nos vamos a pasar diciendo que hay algunos que estan saboteando el nuevo sistema, miestras se juega con la salud del magisterio y sus familias. Mientras tanto, unos pocos sacan jugosas ganancias a costa de la vida y bienestar de los docentes y sus familias.
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Por otro lado, los prestadores de salud muchas veces se niegan a atender a los docentes, argumentando que FOMAG no realiza los pagos correspondientes. Esto perpetúa un círculo de negligencia y desidia que afecta directamente a los maestros y, en última instancia, a la calidad educativa del país.
El gobierno debe tomar medidas urgentes para garantizar un sistema de salud digno para los docentes. Los maestros no deberían mendigar por servicios que ya han pagado.
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Es hora de que las autoridades prioricen el bienestar de quienes dedican su vida a formar a las generaciones del futuro, y si saben que hay manos oscuras que no dejan que se preste bien el servicios, pues el gobierno amigo que se ponga los pantalones y acabe con el jueguito.