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El Castigo a las Madres Docentes: ¿Hasta Cuándo el Estado Ignorará los Derechos de las Mujeresy los Niños?

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En un país que se ufana de proteger la igualdad, la justicia y los derechos fundamentales, hay una verdad que muchos prefieren ignorar: las madres docentes provisionales, quienes han dedicado años de esfuerzo a educar a nuestros hijos, están siendo despedidas sin piedad, incluso cuando se encuentran en estado de embarazo o lactancia. ¿Qué clase de sociedad permite que el motor de su futuro —los niños— sea condenado a vivir bajo un sistema que ignora su derecho a ser protegidos?

Hablemos de realidades. Estas mujeres no solo han cargado con el peso de la docencia en condiciones precarias, sino que ahora, con un bebé en brazos, son abandonadas por un sistema que les da la espalda. ¿Su «crimen»? Ser madres en un país que pregona la defensa de los derechos de los niños pero que, en la práctica, las deja sin empleo y sin sustento en el momento que más lo necesitan.

El «retén social», ese supuesto bastión de protección para los más vulnerables, se olvida de las docentes que, por el simple hecho de dar vida, quedan fuera de la lista de prioridades. Mientras los prepensionados y los enfermos reciben la merecida protección que necesitan, estas madres y sus hijos son desechados como números sin importancia. ¿Acaso el Estado ha olvidado que los derechos de los niños, según el artículo 44 de nuestra Constitución, prevalecen sobre cualquier otro?

Pongamos las cartas sobre la mesa: cuando el Estado permite que una madre lactante sea despedida, no solo está violando su derecho al trabajo, sino que está pisoteando el derecho de su hijo a una vida digna. ¿De qué sirve reconocer la licencia de maternidad si, al final de ese corto período, se les arranca el único ingreso que garantiza el alimento, el techo y la estabilidad de su bebé?

Imaginemos a una docente, que después de haber dedicado su embarazo a enseñar, hoy carga con una pañalera en una mano y una carta de despido en la otra. Imaginemos a ese recién nacido, dependiente del pecho de su madre, mientras esta enfrenta la desesperación de no saber cómo garantizarle un futuro. ¿Dónde está la justicia que tanto pregonamos? ¿Dónde está el sentido de humanidad que debería guiar nuestras políticas públicas?

Pero esto no es solo un asunto de justicia para las madres docentes. Es una cuestión de principios. Una sociedad que desprecia a las madres y desprotege a los niños está destinada al fracaso. Estamos fallando como país, como ciudadanos y como seres humanos. ¿Cómo esperamos que nuestros hijos crezcan en un entorno que no defiende ni a quienes les enseñan ni a quienes los traen al mundo?

Hoy, te invitamos a sentir la rabia. A mirar más allá de los discursos vacíos y las promesas incumplidas. A levantarte y exigir que el «retén social» incluya a las madres docentes que son el pilar de la educación y la vida misma. Que el Estado respete y cumpla con su deber de garantizar el derecho a una vida digna para ellas y sus hijos.

No más silencios. No más indiferencia. Es hora de alzar la voz y exigir que se ponga fin a esta injusticia. ¡Es hora de luchar por nuestras maestras y por los niños de Colombia!

Porque cada madre despedida, cada bebé desamparado, es un recordatorio de que el verdadero «castigo» es vivir en un país que olvida lo que realmente importa.

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