Por: José Eliécer Palomino Rojas.
La juventud admirada, recogía cada esfera de granizo, como si tomara un pensamiento recién nacido del infinito: así también se recoge un aprendizaje, frágil al inicio, pero lleno de posibilidades, para llegar a la meta anhelada.
Las frotaban en sus manos, sintiendo que el frío abría un secreto que la tierra no sabía pronunciar. Como quien descubre
que, el conocimiento no siempre llega cálido, pero sí transforma.
Algunas parejas enamoradas ofrecían esas esferas a sus amados, como pequeños fragmentos de eternidad derretible.
En ese gesto temblaba la ternura, más cálida que cualquier sol de invierno, recordando que el colegio también enseña a observar, a amar, a respetar, a valorar al otro y al universo creado.
Otros murmuraban:
“qué hermosa despedida nos regala el universo en esta etapa final de nuestras labores escolares”.
La frase flotaba como un presagio luminoso sobre la tarde que callaba, como si la naturaleza, quisiera acompañar a docentes y estudiantes en la culminación del año escolar.
Cada esfera de hielo era un relámpago detenido en su mínima forma, y al derretirse enseñaba
que todo lo vivo, es también un tránsito de luz: una lección perfecta, para comprender que aprender también es dejar ir, cerrar periodos y abrir caminos.
La lluvia blanca caía sobre las canas grisáceas del profe «palito», mientras él, maravillado, recogía las esferas de granizo, como una bendición y enseñanza, que nadie pidió, pero todos comprendieron.
Porque el cielo, y los docentes educa con gestos sin palabras, y
hablan mejor cuando se deshacen en mil pedazos silenciosos y brillantes, con tránsito de amor y comprensión.
Así, en medio de las jornadas finales y los momentos de recuperación académica,
aquel gesto luminoso reinó en el recinto escolar, recordando que la la educación es un milagro de amor cotidiano, que se revela incluso en los instantes más simples, de la Creación.
Aveces, un maestro inclinado hacia la tierra, revela más pedagogía, que un centenar de libros enteros, abiertos. Porque, quien aún se maravilla, enseña con testimonio de vida desde la admiración; y quien sigue aprendiendo, ilumina sin querer.




